jueves, 24 de junio de 2010

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José Saramago


Tomada de la edición impresa del telégrafo del19 de junio del 2010
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La muerte dejó su intermitencia para J. Saramago
José Saramago. | FOTO: AP

FOTO: AP

José Saramago.
Cecilia Ansaldo
Crítica y catedrática

Un José Saramago más humano
Tengo en la memoria más al Saramago ser humano, que al Saramago escritor. Tal vez esto ocurre porque no conozco lo suficiente su obra como para que se imponga su voz elaborada (la creación literaria es un artificio, digan lo que digan los apasionados) sobre el discurso lento, cuidadoso, impregnado de los acentos de portugués, con que habló en su visita a Guayaquil, allá por el 2004. Un auditorio lleno lo acogió, bebió sus palabras. El contraste con las palabras gastadas y desbordantes con que una autoridad guayaquileña lo elogió, fue gigantesco.

Ahora que muere, vale reparar precisamente en los contrastes entre su exterior sereno, apacible y su vigorosa narrativa. Porque sus novelas trasuntan una pasión por la condición humana que lo llevó a mostrarla sin concesiones. Entiendo que esa fidelidad a nuestra hechura de personas, lo llevó a imaginar un Cristo tan humanizado como cualquiera de nosotros. Y decir persona supone aceptar debilidad, caída, muerte. El Cristo Dios, inmutable ante el pecado, no le interesó a Saramago.

Aunque fue una voz iluminadora de las oscuridades contemporáneas, -“un comunista que porque sabía lo que esto significaba no lo era” dejó entrever Omar Ospina, la ocasión de su
visita -, y muchos hechos mundiales fueron refrendados por su testimonio, su auténtico legado queda en la literatura. Otro grande que supo que el lenguaje de la imaginación es el lenguaje total. Resalto su descarnada novela Ensayo sobre la ceguera, donde nos muestra que el dolor y la reducción, en lugar de hacernos solidarios entre nosotros, nos puede tornar más egoístas y destructores.

El premio Nobel luso falleció ayer, a los 87 años. Deja un legado literario lleno de lucidez, denuncias políticas, religiosas y sociales

Agencias

Ayer, la página web de la fundación José Saramago publicó un triste mensaje para el mundo de la literatura. “Hoy viernes 18 de junio, José Saramago ha fallecido a las 12:30 horas en su domicilio de Lanzarote, a los 87 años de edad, a consecuencia de un fallo multiorgánico después de una larga enfermedad. El escritor murió acompañado de su familia, despidiéndose de una forma serena y plácida”, decía en el sitio.

Como hongos, mensajes de los admiradores de la obra del escritor portugués -que recibió el premio Nobel en 1998- empezaron a brotar en las redes sociales de Internet. En Facebook, la más popular, se vieron frases de pesar como “la ausencia de Saramago nos duele” o “qué honda tristeza”. Los agradecimientos tampoco faltaron, desde simples “gracias” hasta comentarios más extensos como “mis rosas para mi apreciadísimo José Saramago”, que escribió una guayaquileña y acompañó el 'post' con la foto de unas rosas rojas.

Supo aunar su vocación de escritor con su faceta de hombre comprometido que nunca cesó de denunciar...


Las reflexiones del autor, que nació 16 de noviembre de 1922 en Azinhaga (Portugal), también fueron parte de la orden del día. El diario español ADN, por ejemplo, publicó una recopilación de algunas de sus opiniones. Ahí se recordaban cosas que el escritor -que ganó popularidad en Ecuador sobre todo con su novela Ensayo sobre la ceguera- dijo sobre temas como el capitalismo, la felicidad o el infierno. “El mundo es la sede del infierno: millones de personas nacen para sufrir y no interesan a nadie” y “Para mí lo obsceno no es la pornografía, lo obsceno es que la gente se muera de hambre” fueron dos de las oraciones que el rotativo ibérico escogió, de entre el basto repertorio de los filosos pensamientos del portugués.

Las atenciones no podían ser menos para el literato contemporáneo más reconocido de la lengua lusa. Ese escritor, que empezó a darse a conocer recién a los 60 años, cuando publicó Memorial del convento, la novela que, según ha contado Pilar del Río -su esposa y traductora- en más de una ocasión propició su relación amorosa.

Un escritor comprometido
Creador de uno de los universos literarios más personales y sólidos del siglo XX, José Saramago supo aunar su vocación de escritor con su faceta de hombre comprometido que nunca cesó de denunciar las injusticias que veía a su alrededor o de pronunciarse sobre los conflictos políticos de su tiempo.

"Saramago vive como escribe, tan lúcido e íntegro en sus libros como en los días de su vida", dijo en una ocasión la novelista colombiana Laura Restrepo al resumir "la clara impronta de humanidad" que emanaba de la figura y de la obra del novelista.

Persona de firmes convicciones, capaz de "estar al lado de los que sufren y en contra de los que hacen sufrir"; "hombre de una sola palabra, de una sola pieza", como lo definió Pilar del Río, cuando le dieron el Nobel. Saramago reconocía siempre que él no tenía poder para cambiar el mundo, pero sí para decir que era necesario cambiarlo.

También incitó a otros para reaccionar ante el mal funcionamiento de la sociedad, cuando viajaba por los cinco continentes. Invitaba “a indignarse, a no quedarse en esa especie de inercia de rebaño que caracteriza al hombre actual”. “Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”, aseguró el autor, en junio de 2007, en unas jornadas de la Fundación Santillana.

Dios y la religión
Uno de los aspectos más conocidos del Nobel fue su ateísmo, recio y provocador. Entre sus pleitos oficiales con la Iglesia Católica está el que ocurrió en 1991, cuando publicó la novela El Evangelio según Jesucristo. El texto fue criticado por El Vaticano y objeto de un polémico veto en 1992, cuando se retiró de la lista de candidatas al Premio Literario Europeo para el que había sido seleccionada por un jurado del Pen Club de Portugal y la Asociación de Críticos Portugueses.

Sus ideas sobre la religión se fueron diseminando a lo largo de la mayoría de sus obras. En la última novela que publicó, Caín, se enfocó una vez más exclusivamente en el tema. Saramago contó, con su peculiar estilo gramatical (de párrafos largos y poco respeto a las reglas ortográficas), la historia del primer fratricida. Cuestionó las decisiones divinas y planteó un álgido debate entre Dios y el asesino de Abel, repartiendo la culpa del asesinato entre los dos. “Él, que todo lo sabe, podría haber evitado eso”, declaró el luso en la presentación de su libro, en 2009.

Reacciones
Para la intelectualidad mundial, el fallecimiento tampoco pasó desapercibido. El escritor colombiano Álvaro Mutis declaró que sentía una tristeza “tremenda” por la muerte del autor de El viaje del elefante (2008), “un hombre muy gentil”, que se condujo con rigor “en todos los actos de su vida”. “Lo admiré mucho siempre, porque tenía una mezcla de rigor muy bien colocada en todos los actos de su vida y al mismo tiempo era un hombre muy gentil”, dijo.

Los reyes de España enviaron un telegrama a Pilar del Río, en el que expresaron su pesar por el fallecimiento de este "extraordinario escritor y profundamente vinculado a España", informaron fuentes de la Casa del Rey.

Para el poeta chileno Gonzalo Rojas, Saramago era un escritor de gran coraje y dignidad. “Tenía mucha gracia, que convirtió en libertad para expresar, con valentía, la realidad”, expresó.

En Ecuador, el escritor Abdón Ubidia opinó que “su éxito con los lectores pienso se debe a que trabajó sus historias como si fueran cuentos muy largos, con un estilo directo, claro y con imágenes de gran color”. Además, dijo que muchos coinciden en la calidad literaria de su obra, “incluso los críticos opuestos ideológicamente como Harold Bloom o Humberto Eco, que son conservadores”.

Ubidia, que también es editor de la firma El Conejo, explicó que sus creaciones “estaban comprometidas con las causas sociales, por ello el uso de metáforas donde se refleja esa decadencia del mundo capitalista, como en Ensayo sobre la ceguera”. Sin embargo, destacó también Ubidia, “a pesar de la profundidad de su discurso, no se hace difícil de leer para la gente”.

Los restos mortales de José Saramago serán incinerados en Portugal. Una parte de sus cenizas se depositarán en su pueblo natal, Azinhaga, y otra parte se enterrará junto a un olivo de su casa de Lanzarote, informaron a fuentes familiares. El cuerpo sin vida del escritor se trasladará hoy a Portugal y saldrá previsiblemente de Lanzarote hacia las 10:00 hora de Portugal.

Ministros y otros representantes de la cultura de los países luso-parlantes Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Portugal, Mozambique, San Tomé y Príncipe y Timor-Oriental dedicaron ayer en las afueras de Lisboa un minuto de silencio.

Pablo Fiallos