martes, 26 de agosto de 2014

Cortázar es más que un iniciador de lectores

Tomado de El Comercio 23 de agosto de 2014

paredesf@elcomercio.com   Flavio Paredes Cruz. Editor 23 Agosto 2014



A 100 años del ­nacimiento de Julio Cortázar, voces lo postulan como autor para adolescentes... Lo es , tanto como un genio de las letras.


Que se lo lee en buses y pupitres. Que el mercado ha absorbido su nombre para multiplicar ganancias. Que a un siglo de su nacimiento y 30 de su muerte ha llegado la hora de golpear la piedra de Montparnasse, para saber si sigue igual de grande, igual de bueno, igual de genio, o si ha cedido al desgaste producido por los años y los vivos. Julio Cortázar... Volvemos a su nombre y a su letra, por efeméride, por quienes se declaran sus detractores y por su prosa.
Recientemente se ha propuesto a ‘Rayuela’ como novela a transitar en algún momento de la adolescencia, y a su autor como escritor para la infancia y juventud, como un entrenamiento para la vida de lector adulto. César Aira, enciclopedista de los autores latinoamericanos, declaró que: “El de los cuentos es el mejor Cortázar. O sea, un mal Borges. Luego, el resto de la carrera literaria de Cortázar es auténticamente deplorable”. Cuentos de artesanías, increíblemente malos, ridícu­los, decía también el argentino Aira. Mientras que para Fernando Vallejo, polemista en cuanto escritor, Cortázar no sabía escribir.
Ya sea por posturas reaccionarias o por el afán de reducir a cenizas lo adoptado por el canon, los detractores de Cortázar -avalándose como nueva generación- obedecen a una búsqueda implacable de distanciamiento... Sucede con Cortázar en Argentina, pasa con García Márquez en Colombia, se repite en todo intento parricida.
Asimismo, ubicarlo como literatura de iniciación, encasillarlo en esa categoría reduccionista, se debe a la insistencia en recitar -hasta el agotamiento- el capítulo siete de ‘Rayuela’. Se debe a la fijación bohemia por su gusto por el jazz, a la perspectiva ‘hipsteriana’ en su fascinación por los gatos. O se debe también a los miramientos sobre su postura política, que más bien fue consecuente y no de ideologías, término que Cortázar esquivaba con solvencia. Se debe a lo común y a lo de fácil acceso.
Contra ello y contra el lodo, hace falta entrar en su ficción. Puede ser iniciación en la literatura -tampoco hay como sustraerse de esta certeza-; pero también es más. Es mantenerse sobre su montura hasta encontrar la riqueza inventora de Cortázar, la re­ferencia de lo clásico o lo trivial que deviene en espanto.
Paul Alexander Georgescu, para quien Cortázar está obsesionado por la asfixia de la costumbre, postula que el autor contestaba con violencia a un mundo ordenado de manera mezquina; que pasó de lo real a lo fantástico, de lo cotidiano a lo insólito; que sus personajes recurren a ‘inconductas’ para desafiar por extravagancia a los esclavos de la rutina. El hombre, en su obra, -descifra el rumano- ocupa una posición marginal, no busca, es buscado y hallado trágicamente por el misterio, es objeto de invasión.
De allí que sus personajes sean figuras evasivas, misteriosas, inacabadas, en génesis o metamorfosis (Carlos Fuentes dixi). El mexicano, compañero del ‘boom’, retrata a los personajes de Julio Cortázar como posibilidades extremas, no realizadas en el mundo humano, de quienes no importa el pasado, el aspecto físico, las motivaciones psicológicas. Son seres entre conejitos blancos vomitados, ajolotes con nuestro rostro, suéteres que aprisionan, casas tomadas, gente que olvida su destino al comprar un boleto, aquel accidentado que despierta en una mesa de operaciones o una piedra de sacrificios...
Pero la genialidad cortazariana no reposa solamente en el placer de la invención -tan mal visto por Aira-, sino en otros aspectos. En la transtextualidad que ubica al mito como suelo antropológico y literario de sus relatos, como orden de discurso, como temas que revelan una realidad distinta... Son cuentos articulados sobre el animismo, el eterno retorno, la metamorfosis; Circes y ménades modernas, en un juego de utopías entre Europa y América.
También reposa en el lenguaje. Para Tomás Eloy Martínez, Julio Cortázar enseñó a trastocar todos los órdenes del lenguaje y a recuperar el desdeñado acento latinoamericano. El maestro del periodismo recapitulaba el crecimiento de su paisano: pasó de ‘Los reyes’, poema dramático muy torre de marfil y muy laberinto griego, a poco a poco perderle respeto a la literatura, a entrar en confianza y a terminar burlándose de ella.
La genialidad reposa en la necesidad de arrancarle la palabra al poder, de dar nombre a las cosas (Fuentes). Reposa en un lunfardo que proviene de las vagancias juveniles del autor por Buenos Aires, de su memoria sensual, de colores, olores y formas. Es un lenguaje -o contralenguaje- de ritmos, onomatopeyas, retruécanos, neologismos y heteroglosia; donde lo emotivo prevalece en el sarcasmo, la ironía, la vehemencia, la desesperación; un lenguaje que -según Georgescu- multiplica las perspectivas, aumenta la sutileza intelectual, favorece la erupción simbólica, lo ­inquietante, la dislocación.
Wilfrido H. Corral propone que Cortázar “apenas establece la ley, constituye la trampa”, de ahí que la escritura que plantea se comprenda como necesariamente experimental. Además, considerando el contexto occidental, para el crítico ecuatoriano- no sería cliché o afirmación exagerada proponer que nunca habrá otro prosista hispanoamericano como él, con una obra tan vasta y tan comprometida con la literatura.
Tampoco resulta cierto eso de que Cortázar fue un autor anclado en la mitad del siglo XX. Su creación ni se difumina ni es marmórea... Es presencia; quizá, por la feliz recepción de su obra, ahora reforzada por la publicación, en inglés, francés y castellano, de un extenso corpus de trabajos póstumos, como apunta Corral. Ediciones que lo proponen hoy y que siguen a una demanda constante y a una popularidad no efímera.
“Los jóvenes son mis mejores lectores”, reconoció el Cronopio Mayor. Ellos, siempre jóvenes entonces, hallaron en Cortázar la iniciación y descubrieron el misterio para permanecer en él. Su ficción se presta para ello. Si Cortázar fuera solamente lectura para adolescentes, lo sería si quien se acerca a su obra adoleciese de comprensión lectora.

Julio Cortázar, cien años del nacimiento de un intelectual comprometido


El denominado Año Cortázar, por cumplirse los 100 años del nacimiento y los 30 de la muerte del escritor argentino, ha estado dominado por publicaciones y proyecciones de películas basadas en su obra literaria.
Innegable que sea así, ya que él es uno de los referentes de las letras hispanas. Pero ha pasado inadvertido el Cortázar militante, el intelectual comprometido con las causas de liberación de los pueblos.
Fue integrante del Tribunal Internacional Bertrand Russell, que juzgó y denunció las violaciones a los derechos humanos de las dictaduras latinoamericanas. Ante las atrocidades y los abusos, declararía: “Me ha tocado descubrir al final de mi camino, la necesidad insustituible de la libre palabra frente al salivazo de la fuerza bruta”.
Aunque nunca se consideró un militante político, asumió como un compromiso personal e intelectual la lucha para servir a la causa de la libertad latinoamericana. Ese compromiso lo hizo apoyar a la Revolución Cubana (1959) y la Sandinista en Nicaragua (1979) y a todos los movimientos de liberación de los países de Centroamérica.
Su apuesta fue por un socialismo humanista. Crítico del capitalismo, al que consideraba un enemigo de América Latina, fue feroz oponente a las soluciones de un comunismo dogmático. Quizás esa postura de libertad y vida le haría decir: “Una revolución que no salve la alegría por debajo o por encima de todos sus valores esenciales, está destinada al fracaso”.

El escritor argentino visitó el Ecuador entre el 20 y el 24 de enero de 1973. En Quito, asistió al lanzamiento de la revista del Frente Cultural Bufanda del Sol. Además, realizó la presentación de su obra, El libro de Manuel, en la que analiza la política latinoamericana. Luego, asistió a la obra teatral La guerra del 41, presentada por el grupo teatral de la Politécnica.
Fue al Penal García Moreno a visitar al escritor Jaime Galarza Zavala, quien estaba detenido por la publicación de su libro El festín del petróleo, en el que denunciaba actos de corrupción en los que estaban implicados personajes de la vida política del país. Se vivían los años del llamado Gobierno Nacionalista y Revolucionario de Guillermo Rodríguez Lara.
Se consideraba a Galarza un preso político. Cortázar escribió una carta solidarizándose con el intelectual ecuatoriano y pidiendo su liberación.
El documento fue suscrito por escritores de la talla de Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Miguel Ángel Asturias. Este acto hizo que la situación de Jaime Galarza cambiara. Producto de ello, lo cambiaron de celda y mejoraron su trato personal.
El acontecimiento lo narra el escritor argentino en una carta enviada a Francisco Urondo y publicada en Liberation en ese año. Concluye así: “Me fui, claro, pero me fui sabiendo que de alguna manera no me iba, y que también Jaime se iba conmigo en esa zona del corazón que está para siempre a salvo de los cercos, las rejas y el odio”.
Cortázar en Frases
Constante lúdica
“El niño nunca ha muerto en mí y creo que en el fondo no muere en ningún poeta ni en ningún escritor. He conservado siempre una capacidad lúdica muy grande”. (Clases de literatura. Berkeley, 1980, 2013).
Nacionalidad
“A mi manera y desde lejos, yo he probado que fui, que soy y que seguiré siendo mucho más argentino que todos los que sacan banderas los días patrios o cantan el himno sin siquiera entender bien sus palabras”. (1981, carta a su madre María Herminia Descotte de Cortázar en Cartas, 2012).
Evolución política
“De la Argentina se alejó un escritor para quien la realidad, como la imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro; en París nació un hombre para quien los libros deberán culminar en la realidad”. (1967, carta a Fernández Retamar en Cartas, 2012).
Literatura y libros
“La verdad es que la literatura con mayúsculas me importa un bledo, lo único interesante es buscarse y a veces encontrarse en ese combate con la palabra que después dará el objeto llamado libro”. (1969, incluido en Papeles inesperados, 2009). (DPA).